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Imagen de Birgit en Pixabay |
Los
perros tienen pulgas,
las
personas tienen problemas.
Charles
Bukowski
Allí
va ese hombre otra vez, como todas las mañanas, oliendo a maderas; me mira porque
no hay nada más que mirar en la calle. Lo advierto de reojo cuando estoy
echado, descansando; parece tener agotamiento en sus ojos, quizá no pasó buena
noche, o a lo mejor así es su mirada. A veces quisiera extenderle mis manos; percibo
que necesita un abrazo o un gesto de confort, se nota ermitaño y su soledad me
llega como un hueso podrido que me sabe mal; la imagen de su cara la tengo
presente todo el día, cuando me escondo de las pedradas, cuando protagonizo una
pelea callejera o cuando me divierto con mis colegas; creo que él no tiene
amigos, nunca he visto que alguien visite su hogar, todo el tiempo lo he visto
solo, con su mirada apagada; ni siquiera se da cuenta que a diario lo espero cuando
regresa a casa. Me he acostumbrado a mirarlo, voy a su encuentro a la esquina
donde todas las mañanas aborda el camión, me hago el dormido y espero, pasa el
tiempo y aparece; bostezando, cabizbajo, muerto de hambre, abatido; y me
regresan las ganas de abrazarlo, pero me sigo haciendo el dormido. No sé cómo
comenzó todo, cuándo ocurrió este sentimiento hacia él, simplemente un día lo
vi salir de su hogar y, estoy seguro que me sonrió, o así lo pensé, no sé, pero
sentí agrado; lo vi tan indefenso, con ese olor inconfundible que penetra mi
nariz de sabueso; con ese caminar presuroso como buscando un lugar o un destino;
y luego ya no he podido alejarme de aquí. Me han invitado a un lugar de trabajo,
se rumorea que existe una granja, allá, a las afueras del pueblo y que hay
gallinas, patos, cabras, caballos y con suerte algunos gatos; comentan que el
dueño anda en busca de perros callejeros para que cuiden de ella; dicen que se come
bien y que el agua abunda como en un río, que si me doy prisa aún puedo
encontrar un lugar para mí, pero no es eso lo que quiero; ya no vería a ese
hombre cuando la tarde esté por caer, ya no olfatearía su aroma como todas las
mañanas, entonces tendría que buscar nuevos olores en aquella granja, correría entre
los arboles de un lado a otro para captar el fresco del amanecer como su fragancia;
la paja me parecería estar mirando su pelo castaño, y luego su mirada, su tonta
mirada. ¿Qué haré allá sin prestar atención a sus ojos opacos? ¿y su caminar arrastrado? Ni los pasos de una cabra ni la de los
caballos serían igual.
Allí está
ese perro otra vez, levantando su nariz cuando paso cerca; como todas las mañanas,
me ve de reojo y sigue echado, su mirada doliente me desconcierta, ha hecho frío
por las noches, tanto que tengo que echar otra cobija; me he despertado por las
madrugadas pensando en él, ¿dónde estará durmiendo? ¿Se meterá debajo de ese auto
abandonado? Quizá me preocupo por estupideces, es sólo un perro callejero, pero
se ve tan solo, tan afligido. ¿Algún día habrá tenido amo? Tal vez sí, pues los
perros no llegan solos a la calle. A
veces quisiera hablarle, hacerle cariños, ponerle un nombre; quizá lo llamaría
güero o bigotes, le hablaría al salir de casa rumbo al trabajo: —qué tal, bigotes, ¿cómo
pasaste la noche? Se
ve tan hambriento, tan sediento; Sería necesario guardarle algo de comida y
ponerle un pocillo de agua fresca; pero
dicen que a los perros dándoles de comer y de beber se quedan para siempre y yo
no quiero que se quede, es más, no quiero problemas ni quiero
responsabilidades, al contrario, quisiera ya no verle más, desearía salir un día
de casa y que desaparezca de mi camino, sólo provoca que me sienta culpable de
su desdicha de ser perro. Su ojeada muda y penetrante me lastima, me sofoca, me
despoja de mi poco sentimiento de existencia, su estúpido estado rutinario y
poco humano desata la ira de mis entrañas, cómo puede ser que un perro de la
calle viva muy tranquilo allí, sin pagar impuestos, sin despertar todas las
mañanas y tomar una ducha fría como yo lo hago; no sé qué hace en las tardes cuando bajo del
camión, siempre está en ese lugar, echado, esperando algo, o quizá sólo
descansa; los perros descansan todo el tiempo, no como uno, que tengo que
trabajar para sobrevivir, no que ellos, sólo sobreviven y lo hacen sin
preocupaciones, andan como sea, en la calle, libres, esperando quien les
aviente comida, como si con eso fueran felices, tan felices que, el dólar, la
inflación, la bolsa y todas esas idioteces que nos afectan, no les importara a
ellos, ¿cómo lo sabrían si son perros?, si a ellos no los hunden las tarjetas
de crédito; las hipotecas no las conocen, no hay terreno que cuidar, la calle
es de ellos, lunes o domingo que más da, ¿dinero en el banco? ¿Para qué? No
existen descendientes que peleen su herencia, ¿y cuál herencia? Si nada tienen,
no andan por la calle con un celular, ni usan ropas caras, mucho menos conducen
un coche último modelo, ¿pagar un funeral? Si su cuerpo se desboronará en el
asfalto y con el paso de los coches se irá fundiendo en el cemento.
Ese
hombre me ha mirado otra vez, ¿cuánto durará esta rutina?, ¿cuándo será el día
que ya no lo vea salir de su casa?, o que ya no regrese por la tarde; entonces juzgaré
que ese hombre se ha convertido en perro y que anda por las calles, libre, sin preocupaciones,
como uno, como todos ellos con los que juego y peleo; después tendré que seguir
a alguien más y él tendrá que hacer lo mismo con otro humano. Me sigue mirando,
me intimida su presencia y sus ojos húmedos me dan lástima, parecen decir algo,
algo que no entiendo; nosotros no entendemos sus palabras y ellos creen que nos
entienden; que ironía ser hombre, ¿qué culpa estarán pagando?, ¿por qué tienen
que vivir así? sin libertad, sin amigos fieles como nosotros, ¿por qué cubren
su cuerpo con ropas y hacen sus necesidades a escondidas?, ¿por qué existen los
tiempos para ellos? y los días los nombran diferentes, si todos valen igual;
mañana, tarde y noche; nosotros somos iguales y ellos no lo son, se distinguen
por lo que tienen, nosotros no tenemos nada y eso nos hace libres y sin
preocupaciones; que desolación ser hombre, nacer hombre y vivir como hombre. ¿Pero
qué me importa ese hombre?, si sólo es uno más de ellos, tan insignificantes,
tan torpes, siempre tratando de hacer algo bueno por nosotros, ¿para nosotros?,
pero, ¿qué? No hay nada qué hacer, no
pretendemos ser nada, únicamente somos perros y ellos sólo son hombres, ellos necesitan
de nuestros abrazos, de nuestra lealtad, lo que entre ellos no existe; la
buscan y la buscan y se pasan el tiempo y no la hallan. Estúpidos hombres, qué error
estarán pagando.
<<¿Un perro?, ¡Pero no me gustan los perros!
>>. Qué palabras tan duras las de mi novia, sólo le comenté lo del perro
callejero; me dijo que estaba loco, dejándome como tonto y creo que tiene
razón, ¿qué haría yo con un perro? ¿Encerrarlo en el patio? Mejor no, que siga
viviendo en la calle. ¿Volveré con ella? ¿Volveré con mi novia? Pero es tan superficial,
y detesto su forma de ser. Qué manera de pensar la mía, ¿me estaré convirtiendo
en uno de ellos? Porque si es así, de una vez gasto lo de las tarjetas y el
poco dinero que tengo ahorrado en el banco, ¿y mi casa? Esa que sea mi casa y
la de los otros perros; me gusta mi casa, sería cómoda para todos, que
felicidad descansar todo el tiempo, me preocuparía sólo por buscar comida; ese
perro sería mi amigo, bueno, uno de tantos, mejor dicho, porque todos los
perros son amigos. ¿De verdad estaré pensando en comportarme como uno de ellos?,
podría comenzar ensayando mi ladrido, pero no, aún no he pensado detalladamente
la opción de ser perro; creo que tiene sus limitaciones, pero vale la pena, ¿y
si después extraño la vida de hombre? Entonces no habría marcha atrás, o soy
perro o soy hombre y sólo tengo una opción y es ser perro, porque hombre ya
soy, ¿y si soy los dos? ¿Se podrá?, ellos no pueden ser hombres, pero nosotros
si podemos ser perros y hombres, aunque si fuera hombre perro, me llevarían a
un manicomio y en un manicomio hay locos y yo sería uno de ellos. Entonces
sería hombre, perro y loco; que dilema y trilema: ser perro o ser hombre y ser
loco.
¿Un
hombre? Nunca llegué a considerar eso, ¿ser uno de ellos? ¿Qué sería de mí? ¿Vería
el futbol? ¿Andaría en coche? ¿Dormiría en una cama? ¿Solo o acompañado?, que
pensamientos tan tontos se me ocurren; pero, no sé, son tantas ventajas, que
quisiera pensarlo dos veces, ¿y él? ¿Ese hombre sería mi amigo?, platicaríamos
todos los días, entenderíamos las mismas palabras; pero… tal vez sería bueno,
quizá; tendría una casa como esa que tiene él, usaría traje y me bañaría a
diario para ir a un lugar y regresaría por la tarde. Últimamente he soñado en
que soy un hombre y despierto creyendo que soy feliz, camino en dos patas, pero
después ladro y recuerdo que aún soy perro; aunque ser hombre no es la única
opción, puedo ser gato, rata, león, o hasta jirafa; las jirafas son altas y alcanzan
a ver todo, pero no andan en coche ni usan traje, además ellas huelen a jirafa
y los hombres huelen a maderas, lavanda, flores; a todo, menos a hombre, y
nosotros apestamos a perro todo el tiempo. ¿Podría ser perro y actuar como los
hombres? Creo que no, me llevarían a un circo y en un circo me tendrían encerrado,
y yo no quiero vivir encerrado, entonces sería un perro que se cree hombre
cirquero, que conflicto: ser perro o ser hombre y ser cirquero.
Allí está ese perro que pretende ser hombre, me gusta verlo actuar cuando la función de circo la traen al manicomio.