Regreso a ese otro tiempo en mi mente por momentos, y me
digo: estuvo bien y estaré bien, pero, por lo que observo, me encuentro en
algún hospital; entretanto, la vida prosigue y aquí adentro nada pasa.
Recorría la avenida rumbo al trabajo, de pronto, vi como
una moto proveniente de una calle trasversal invadió primero el carril
izquierdo, de súbito cambió al derecho, mismo que daba a la banqueta, y justo
delante de mi auto. Eran dos ocupantes. Una escena típica de un domingo por la
tarde, donde la mujer va detrás con unos jeans que se ve le gusta lucirlos por
lo ajustados. Sin embargo, en esta ocasión ambos ocupantes de la moto iban
encapuchados. Redujeron la velocidad al tiempo que otra mujer con su carriola
caminaba por la acera. Entonces, la ocupante de la moto, la de los jeans, se
inclinó de su lado derecho, lo necesario como para, con un esfuerzo adicional,
levantar incluso un billete del piso. Estaba muy cerca de la mujer de la
carriola, quien al caminar le daba la espalda. Luego, el resto ocurrió
demasiado rápido. Lo único que no logro recordar, es en qué momento apreté el
acelerador de mi auto hasta el fondo.
Mientras la vida continúa, todo pasa allá afuera, y yo sigo
en este hospital. Por momentos, en mi mente, regreso a ese otro tiempo
preguntándome: si el bebé sigue vivo y con su madre; si los secuestradores
murieron o estarán allá afuera esperándome; si todo en realidad sucedió o sólo
fue un sueño pasajero cuyo héroe soy yo. Pues dicen: después de un coma, la
mente suele confundir la imaginación con los recuerdos de lo vivido.