Cuatro pies entrelazados, las uñas esmaltadas en morado y
negro, era lo único que sobresalía de entre las sábanas color bermellón. En la
habitación recién iluminada por la aurora, dos mujeres, una a un lado de la
otra, sin visibles marcas de violencia, permanecían silenciosas, como dormidas,
aunque los que estaban ahí las sabían muertas. Cualquiera podría imaginar que
reposaban después de horas de orgasmos; la lente no alcanzaba a ver la
diferencia entre estos y la muerte. Los agentes escudriñaron los cuatro metros
cuadrados de paredes blancas y alfombra vetusta apenas decoradas con el poster
de un grupo desconocido de rock. Registraron cada detalle, el más mínimo podría
servir para esclarecer los hechos. El sol había comenzado a hacer sus primeros
estragos, el bermellón ahora candente ofuscaba las pupilas que poco a poco iban
cediendo al exceso de claridad. Claridad que necesitaban para encontrar las
pistas que los llevarían a resolver el crimen, suicidio o lo que fuera.
La fotógrafa sacó de su bolsa un par de guantes blancos y
se los colocó en sus manos temblorosas, mismos que enseguida absorbieron el
sudor destilante. Destapó los cuerpos. Parecía que tenían un acuerdo entre
ellos, estaban cuidadosamente acomodados, los brazos de ambas estaban cruzados
tocando el sexo de la otra, los dedos de una se perdían entre el vello púbico
de la otra. Ambos tatuados, perforados, escuálidos y descuidados, dificultaban
calcular las edades. Una era visiblemente mayor que la otra. Después enfocó con
temor la lente hacia el único buró que se encontraba al lado izquierdo de la
cama. Encima estaban dos copas vacías, una botella a medio terminar de cerveza
Palma Cristal, un cenicero con seis colillas de Benson mentolados y junto a
este una cajetilla con aún tres cigarros sin fumar; hojas de papel arroz y una
pequeña libreta parecida a un directorio. En el piso entre la cama y el buró,
un calcetín de hombre al revés.
Posterior al recuento de los hechos, acordonaron el sitio y
el equipo de investigación bajó del cuarto piso en busca de la salida. Una voz
de mujer blasfemó desde el interior de uno de los departamentos cuando los vio
pasar: Así tenían que acabar, acotó sentenciosa, siempre lo dije, ese tipo de
cosas que no son de Dios, tarde que temprano son castigadas. Eso de meterse
entre mujeres es del Diablo y peor aun cuando se meten entre varios. El
Ministerio Público aprovechó la lengua suelta de la mujer, la dejó hablar
mientras le hacía preguntas, mismas que eran respondidas a borbotones: verá,
varios vecinos ya se lo habíamos dicho al dueño que no debía rentarle a putas o
maricones, menos a lesbianas, o a drogadictos, pero con tal de cobrar su renta
no le importó, ahora a ver cómo sale de este lío. ¿Usted vio algo raro anoche?,
preguntó un agente, pues raro todo desde que se cambiaron hace tres meses.
Salían de mano hombres con hombres y mujeres con mujeres, hasta extranjeros.
Olían a hierba, como a petate quemado, profirió la mujer.
Mientras esperaban la llegada del forense para el
levantamiento de cadáveres, la fotógrafa tomó imágenes del exterior. La calle
arbolada, uniformada con edificios amarillos de cuyas azotehuelas serpenteaban
telas de colores, lograban distraerla de su ansiedad. En el camino no
encontraron nada que pudiera llamar su atención. Algunos bares entreabiertos
derramando agua jabonosa, vendedores ambulantes, una tienda de abarrotes vacía
en la esquina.
Cuando llegaron a la oficina la fotógrafa se sintió
mareada, con nauseas, pálida y temblorosa pidió permiso para retirarse. A
últimas fechas decía que no le hacía bien estar en la escena del crimen, eso la
ponía mal debido a que estaba desarrollando fobia a la sangre, afirmación que
sostenía aun sin tener diagnóstico médico. Los síntomas disimulaban el origen
de su nerviosismo.
Salió a esperar a un taxi. Le urgía avisar al “Cubano”. La
botella de cerveza en la habitación abriría una línea de investigación hacia
personas de esa nacionalidad, hasta llegar a desmantelar la red de pornografía
para la cual ella se desempeñaba en lo mejor que sabía hacer: tomar fotografías.