El final de nuestro tiempo
Laura Hernández Muñoz
La muerte, en
fin, llenó de cuerpos muertos/ todos los
templos santos de
los dioses / y estaban de cadáveres
sembrados. /
Todos los edificios de deidades/ los hicieron
posadas de finados / importaba poco / la
religión
ya entonces y los
dioses/ porque el dolor presente era
excesivo./ Y se
olvidó este pueblo en sus entierros/ de
aquellas
ceremonias tan antiguas/ que en sacros funerales
se observaban.
Tito Lucrecio
Caro
Invisible presagio llegó del oriente,
jinete apocalíptico cabalgando en el viento
filtra su mortal presencia por los sentidos.
El tacto y olfato, inocentes portadores
introducen, cual caballo de Troya, al enemigo.
El ser humano perplejo se atrinchera,
el espacio exterior, es territorio enemigo.
Los libros, la música y videos,
se vuelven compañeros.
Son la única puerta para escapar del encierro.
Tucídides, Boccaccio, Defoe,
Poe, Mann y Camus,
son leídos con morbosa intención:
encontrar en la historia de otras plagas
los exterminios sufridos por la humanidad.
¿Será posible que un virus nos ponga de rodillas?
La invisibilidad es su fortaleza,
el desconocimiento, nuestra debilidad.
Mascarillas, caretas, trajes, guantes,
astronautas en tierra yendo a trabajar.
El contagio, asesino silencioso
penetra por las puertas del cuerpo.
En pocos días asesta el golpe:
dolor de cabeza, fiebre y asfixia.
Los pulmones se inflaman, respirar cuesta,
la tos seca hiere a la garganta.
El olfato y el gusto son secuestrados,
un cansancio sin saber de dónde viene
paraliza al cuerpo deprimido.
Rojo color pinta a los ojos
que lloran lágrimas ardientes,
y palidecen los dedos de pies y manos
figurando la presencia de la muerte.
La voz de Edipo se escucha:
¡Odiosa epidemia, bajo cuyos efectos
está despoblada la morada Cadmea,
mientras el negro Hades se enriquece
entre suspiros y lamentos!
Siglo V, siglo XXI, nada cambia.
La raza humana desvalida y frágil
mira por las ventanas buscando esperanza
el tiempo de encierro se alarga,
la libertad solo será un recuerdo
de cuando podíamos salir a todas partes,
saludar con besos y abrazos,
viajar sin restricciones ni cuidados.
Ante la pandemia que vivimos
nos atrevemos a preguntar:
¿de dónde salió este virus
que tanto daño nos causa?
La respuesta se esconde
tras las paredes de laboratorios
donde la ambición de poder
ha convertido a la humanidad
en conejillos de indias.
El final de la vida,
lo estamos escribiendo.
Poesía Publicada en Periplos Literarios 2
Laura Hernández Muñoz. México. Poeta, historiadora, en sayista, dramaturga y narradora. Ha publicado 22 libros entre los que destacan los poemarios: Navegantes y syrenas.com,Fénix, Donde la nostalgia inventa los recuerdos, y Adviento, (traducido al francés). Novelas: Cristeros, y La visitante delos espejos. Su obra ha sido publicada en numerosas revistas y antologías internacionales. Medalla de oro en el certamen de poesía Mahatma Ghandi, en Chennai India. Su obra poética ha sido traducida al inglés, italiano, francés, japonés, farsi, griego, rumano, polaco, eslovaco y árabe.