sábado, 9 de marzo de 2024

Por un cuerpo con brazos - Ruth Levy

 

Por un cuerpo con brazos

Ruth Levy

 




El pincel descansa en la mano de Magritte desde hace cinco minutos, si no lo deja en el frasco del líquido conservador se va a secar y a endurecer. Ahora lee lo que ha escrito en un cuaderno: la robe, femenino: das klei, neutro; el vestido, masculino; the dress, sin género.

El pintor se recrea en su obra, va su mirada directa al centro del cuadro donde la estampa de un ves cuelga de un perchero de madera; es un vestido de gasa, diáfano pero no transparente, los pliegues de a falda penden libres por su liviandad. Bajo el escote cuadrado despuntan dos senos visibles y redondos; las areolas y pezones, rugosos, excitados, brillan todavía con la pintura fresca. Sobre el suelo, en la punta de un par de zapatos con tacón alto; se ven claros, definidos, diez dedos femeninos y un trozo de piel humana en el contorno del empeine.

El artista deja a un lado el pincel, vuelve la mirada hacia el centro del lienzo, de ella caen sobre la tela la sensualidad y la picardía, lo titula: "Filosofía del tocador”. Se quita la bata y sale del taller.

El vestido de gasa que no es transparente se desliza del perchero, baja del cuadro y abandona la casa. Flota sobre la ciudad, el movimiento de colores en las calles le provoca acercarse para ver mejor. Llaman su atención esos otros vestidos que esconden los senos y tienen brazos que a veces cruzan sobre el pecho para acomodar el saco, los botones o la correa del bolso que cuelga del hombro.

El vestido de gasa que no es transparente recibe la mirada de asombro de los transeúntes; con alguna de esas miradas siente un ligero escozor, quiere palparse pero no tiene brazos, necesita un cuerpo dentro de él, uno que tenga manos y acaricie sus senos. Se da a la tarea de buscar ese cuerpo...

Ahí, en esa casa una mujer sale del baño. El vestido entra en la recámara por la ventana, se eleva con rapidez hasta el techo para que, al dejarse caer, se abra la falda y pase con facilidad por la cabeza femenina. Oh, se ajusta muy bien, y esos senos se acoplan a la concavidad de los suyos. La mujer ve asombrada su imagen en el espejo; sí, es ella, pero esos senos no son suyos; baja la mirada, escudriña debajo del escote: ahí están los propios. Pasa los dedos por encima y siente que no es tela, es piel suave y caliente; acuna las palmas para abarcarlos en su peso aunque no en toda su redondez.

El vestido no se mueve, espera sentir en tela propia la excitación que le causaron algunas miradas en la calle...

Esa mujer da vueltas frente al espejo, yergue el torso para lucir mejor, camina hacia atrás y regresa, lo cubre con una chalina, lo descubre con coquetería.

El vestido de gasa queda impávido, el ansia se di- luye. Sin pensarlo más, igual que entró en ella, así sale y sigue su peregrinar. Prueba en muchos cuerpos, todos reaccionan como el primero. Con cada uno espera la caricia que lo satisfaga. En ninguno siente la materialización de su deseo.

En una madrugada, frente a la puerta acrílica de otra regadera, el vestido espera impaciente a que sale guna centésima mujer. El vapor es denso. Ya afuera  y de espaldas al vestido, ese cuerpo se frota con una toalla. En cuanto la deja sobre el inodoro, la prenda cae sobre la figura; de inmediato siente que esos senos no se acoplan a los suyos, las manos empiezan a tocar la tela antes de ir hacia el espejo, cuando llegan a los senos se detienen, acerca las palmas a sus ojos, regresan a la parte superior del vestido, sigue el contorno redondo, las retira y frota una con la otra. iNo! El vestido no quiere que se detengan, esas manos le gustan, por favor que prosigan con la caricia.

El cuerpo, con el vestido de gasa que no es transparente, va hacia el espejo, limpia con rapidez el vaho sobre el cristal; con ojos semicerrados contempla el vestido con senos, sus manos regresan a ellos con lentitud, las engloba para tocarlos en toda su redondez.

Sí, ¡Eureka! esto es lo que el vestido quería sentir. Ahora quiere verse completo en el cuerpo con brazos que por fin encontró.

El cristal limpio de vapor refleja un cuerpo ancho de espaldas con una cara que luce bigote. El hombre se mira insistente en el espejo, intenta quitarse el vestido; cuando levanta la falda y ve sus genitales, la baja de nuevo, no se transparentan; se asoma por el escote y ve su torso velludo, plano; regresa su mirada al espejo, todavía están ahí los senos femeninos, los toca de nuevo, palpa su suavidad, abre los dedos índice y corazón, pero los cierra en el aire, no se atreve.

Prueba de nuevo a quitárselo y respira aliviado porque éste sale con facilidad. Lo deja sobre la cama y, presuroso, busca en el ropero, se viste con la ropa masculina más formal que encuentra.

El vestido queda sobre la cama. El hombre ve el reloj y toma un portafolios. Mientras sale de la habitación, mira con placer anticipado a esos senos que estarán ahí cuando él regrese; entonces, los gozará en paciente soledad.

Pero el vestido de gasa, que no es transparente, habrá de estar lejos de ahí; ya sabe cuáles cuerpos con brazos escoger, cuerpos con manos sabias que sí le gustaron, con las que acabó de paladear lo que deja- ron en sí aquellas miradas en la calle. Empieza a conocer el placer y ¿este hombre lo quiere tener cautivo? ¡No! Este hombre primero se avergonzó de ver en su torso senos femeninos, y ¿ahora quiere gozarlos en soledad? ¡No...! Se quedará un rato con aquellos que no se afrenten de verse senos redondos y brillantes...

Magritte llega a media mañana a su taller. Mira hacia el cuadro, directamente en el centro; su rostro no refleja asombro por ese espacio vacío que marca sólo el contorno del vestido. Sonríe pícaro, benévolo, al imaginar las andanzas del producto de su fantasía a través de su pincel. Toma el pincel y se da cuenta de que no lo dejó en el frasco con el líquido conservador; ahora debe preparar uno nuevo para volver a pintar otro vestido de gasa, que no es transparente, con senos visibles y redondos.

Ruth Levy [Vázquez] es una escritora mexicana. Profesora investigadora de la Universidad de Guadalajara udg. Cursó el Doctorado en Letras en el Departamento de Estudios Literarios.